Monday, 23 April 2007

Richard Beer-Hoffmann

La trama se desarrolla en la capital de Borgoña, hace varios siglos. El primer acto transcurre en una posada. Con anterioridad a la escena de la que extraeré mi cita, el anciano general Charolais ha sido muerto el mismo día en que se firmó la paz con el enemigo, pero no habrá solemnes funerales en la catedral para este gran hombre, porque había inmensas deudas para poder alimentar, vestir y pagar a sus soldados. El consejo se niega a saldar estas deudas de honor, y de acuerdo con una antigua ley de la época los acreedores se apoderan del cadáver del general y lo encierran en la cárcel para deudores a la espera de que sea rescatado con un pago efectivo.

El joven conde de Charolais, que amaba entrañablemente a su padre y está desolado, trata de hacer todo lo posible para que se tributen los últimos honores a su difunto padre. Pero no tiene un centavo y nadie lo ayuda. Los tres acreedores, un molinero, un decorador y un judío, están decididos a conservar el cadáver hasta que la deuda sea saldada, y designan al Rojo Itzik para que los represente en las negociaciones con el joven conde. El judío sabe que los otros dos acreedores quieren que él hable en su nombre para que ellos puedan seguir siendo considerados caballeros, en tanto que él habrá de aparecer como el duro y malvado usurero. A pesar de esto, acepta la designación. Las frases siguientes corresponden al diálogo entre el joven Charolais y el Rojo Itzik. El conde le dice con tono suave al judío:

CHAROLAIS
Los otros han acordado seguirte.
Por eso, todo depende de ti, y aunque eres
judío, eres tan hombre como nosotros, Itzik.
ITZIK
¿Hombre? ¿Como vosotros? ¡Jamás había oído algo igual!
En ningún instante de mi vida me permitieron sentir
Que soy humano. ¿Acaso debo serlo hoy
Porque ello se acomoda a vuestra necesidad
Por los cinco minutos de vuestra conveniencia?
Hoy, me niego.
¡Soy judío! ¿Qué deseáis de un judío?
¡Porque algo pretendéis con vuestra amabilidad!
CHAROLAIS:
¡Entrégame el cuerpo de mi padre, entrégamelo!
¡Mi vida depende de ello! ¡Te lo imploro! ¡Oh cree
Que implorar no me resulta fácil, Itzik!
ITZIK
El ordenar es privilegio de condes; el implorar... es mi deber.
Bien, mi señor, dadme mi dinero... ¡Dádmelo!
Mi vida depende de ello. Oh, no digo "Mi vida"
Como lo decís vos, para significar que os duele el alma.
Si yo no tengo un centavo, ¿quién me defenderá
Contra los amos, los tribunales y los condes? Me harían inmolar
Con la conciencia tranquila. Como veis, en mi caso es cierto
Que mi vida depende de ello... sí, mi vida.
....
El joven conde le pide al Rojo Itzik que recuerde que él debe soportar el espectáculo que ofrece el cadáver de su padre al pudrirse en la prisión, el cadáver de un hombre que contrajo esas deudas con tanta generosidad para su país. Le pide al judío que piense en esto:
No pienses en nosotros. O piensa mejor que eres tú
Quien ruega... y que el cadáver es el de tu padre.

Itzik responde que esto es lo que él ha estado pensando durante todo ese tiempo. Su padre:

No se pudrió en la prisión, eso es cierto.
¡La ciudad donde había nacido le brindó
El más costoso de los funerales!
Aun antes de que amaneciese se pusieron en marcha
Soldados, sociedades, fraternidades, en gran muchedumbre,
Y todo el clero. Era un inmenso honor
Para un simple judío. Su Majestad el Rey
En persona, estaba presente, en esa plaza barrida por el viento,
Con toda su corte... ¡y todo esto por un judío!
Y todas las campanas de todas las iglesias repicaban
A medida que las procesiones desfilaban con sus banderas
Frente a mi padre y hubo solemnes discursos
En latín y en castellano, y durante todo el día
Aguantaron el calor de julio en esa plaza
Sólo en mérito a mi padre. Cuando cayeron las sombras
Y la noche,
(con fingido orgullo)
El rey con su propia mano encendió
Por fin los haces de leña que rodeaban la estaca
A cuyo pie se hallaba mi padre. ¡Y como ni siquiera esto
Fuera homenaje suficiente para él,
Rogaron que se entonaran sus cantos, y también,
Como era judío, y debía ser homenajeado,
Le cantaron nuestros eternos salmos,
Y en su honor alabaron al Señor, nuestro Dios!
(con una sonrisa crispada)
No sé qué vio él de todo esto,
Porque para ese entonces había empezado a arder,
Primero por abajo, y había empezado a gritar,
Y seguía gritando con fuerza, con fuerza terrible,
Mi padre -oh, con tanta fuerza- y mis oídos lo escuchaban:
¡Shemá Israel!
(se seca el sudor de la frente)
¿Todavía deseáis, mi señor,
Que piense en mi padre, para así
apiadarme de vos, porque el cuerpo del vuestro
Se pudre en una mazmorra?

El joven conde responde que el judío nunca podrá entender lo que su padre significaba para él. Pero Itzik, que está cerca de Charolais, le dice con tono muy dulce y confidencial:

¿No podré? No es tan difícil...
¿Y si lo fuera? ¿Creéis que soy tonto?
¡os probaré que lo entiendo!
Queréis significar que no teníais a nadie en el mundo.
Ningún hermano. Nadie. Y no parecéis
Hombre dado a los festines con vino y muchachas,
Y como sois pobre de solemnidad y por ello tenéis poco
Para deleitaros, y también sois bastante adulto
Para comprender...
¿Eh? Dos días atrás
Había en este mundo un ser humano
Para el que no había más esperanza o preocupación
Que la que vos le dabais.
Vos podríais haber hecho con él lo que quisierais,
Sin que esto disminuyera su amor.
habría implorado, y con gusto, por vos.
Tenía una ilusión, una ilusión muy modesta,
Y era que vos vivierais para cerrar sus ojos el día fatal
Y que no tuviera que ser él quien cerrara los vuestros.
Cada noche elevaba una plegaria...
Para que Dios lo dejase morir diez mil muertes
Antes que mal alguno hiriese a su hijo.
Y aunque peregrinéis alrededor de todo el mundo
Y aunque viviereis hasta los cien años...
¡Jamás encontrareis un amor semejante!
Desaparecido para siempre... ¡Ojalá no! ¿Un amigo? Los conocemos.
Y una mujer...
No es más que una mujer. Los hijos...
(ríe amargamente)
Así son nuestros padres, así sienten nuestras madres...
Indudablemente no es distinto entre nuestra gente.
Bien, ¿os he entendido, conde, mi señor?
fragmento de la obra de teatro "El Conde de Charolais" según publicado en "el psicoanalisis del humor judío" de Theodor Reik

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