Elie Wiesel cuenta que el gran rabino Israel Shem Tov, cuando veía que los judíos estaban siendo maltratados, se iba al bosque, encendía un fuego sagrado y hacía un rezo especial, pidiendo a D’os que protegiese a su pueblo. Y D’os enviaba un milagro. Más tarde, su discípulo Maggid de Mezritch, siguiendo los pasos del maestro, iba al mismo lugar del bosque y decía: "Maestro del Universo, yo no sé cómo encender el fuego sagrado, pero aún sé la plegaria especial, ¡escúchame, por favor! Y el milagro se producía. Una generación se sucedió y el rabino Moshe Leib de Sasov, cuando veía las persecuciones de su pueblo, se iba al bosque diciendo, "Yo no sé encender el fuego sagrado, ni conozco la plegaria especial, pero aún me acuerdo del lugar. ¡Ayúdanos, Señor!" Y el Señor ayudaba. Cincuenta años después, el rabino Israel de Rizhin, en su silla de ruedas, hablaba con D’os: "No sé encender el fuego sagrado, no conozco la oración y no consigo siquiera encontrar el lugar en el bosque. Todo lo que puedo hacer es contar esta historia, esperando que Dios me escuche". Y contar la historia fue suficiente para que el peligro se alejara.
Según Wiesel, D’os creó al hombre porque Él adora las historias. Lo que está escrito.
De "Celebración Jasidica"
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